
Hollywood eligió a una de las pocas mujeres pintoras que han descollado, mundialmente, en el mundo de la plástica: Magdalena del Carmen Frieda Kahlo y Calderon. Esta artista mexicana nada favorecida físicamente por la madre Natura (era renga debido a la poliomielitis que padeció a los 6 años), con espeso bozo, un diente de oro con un brillante incrustado), burlesca, deslenguada, transgresora y revolucionaria (fue una comunista fervorosa), y con un talento gigantesco y una voracidad sexual que no reparaba en sexos –pese a lo cual solo tuvo un solo amor: el muralista Diego Rivera–, no disfruto lo que se dice de una vida placentera, a pesar de ser famosa, millonaria y adorada por políticos, artistas y pintores (Picasso aseguraba que nadie pintaba caras como ella).
La película evidencia una arriesgada apuesta visual y estética.
Cada plano, cada secuencia, está dotado de una dedicación sumamente cuidada, que presta especial atención a los colores y texturas de la imagen.
Aunque a veces peca de pretenciosa, la intención es válida, y en definitiva, el riesgo artístico se termina traduciendo en varios pasajes del film que lucen bien logrados y bellos.
No obstante, semejante despliegue estético, tanta atención en la composición plano por plano, tanto interés por el color y perfección visual, paradójicamente, atenta contra la belleza que también posee la fealdad

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Autor: ValentinAzul
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